Año 2.367 Diario
del equipo espacial DPG
Fue el momento en que descubrimos que cada día, el sol
se iba acercando cada vez más, hasta chocar con la Tierra y exterminarla. Lo
descubrimos por un satélite que fue colocado en el espacio gracias al centro
espacial DPG (detector de problemas gravitatorios). El satélite nos mostró que
faltaban cuatro días para que el sol destruyera nuestro planeta.
Avisemos a todo el mundo de la exterminación de la
Tierra. Los avisemos por la tele, la
radio... Cada rincón del mundo se había enterado de lo que iba a pasar.
Un equipo de investigación espacial nos dijeron que
habían construido hace tiempo una nave capaz de transportar a doscientas
millones de personas para huir de la Tierra hacia otro planeta solo para casos
extremos de huida. La llamaron, nave “Colosus”. La compañía que construyó esa
gran nave nos dijo el tipo de combustible capaz de arrancar esa nave, se
llamaba, combustible “oráculus”, el combustible resultó ser que era de otro
planeta. El planeta Krolus. Un planeta situado en otra galaxia. Un equipo de 3
personas y yo tuvimos que emprender un viaje galáctico.
El sol se iba acercando cada vez más a nuestro
planeta.
Nos equipamos con un traje espacial profesional, capaz
de soportar la gravedad de otra galaxia.
Para coger nuestra nave tuvimos que ir a un puerto espacial
exterior, donde millones de personas pudieron comprobar que íbamos a arriesgar
la vida en ese viaje tan peligroso.
Nos adentramos en una nave para cuatro personas. Yo me
senté en el asiento del piloto porque pilotaba mejor que los demás. Mis compañeros
eran los copilotos. Nos preparamos para el despegue. Hice la cuenta atrás desde
diez. Cuando dije los últimos tres segundos, preparé los motores y despegamos a
gran velocidad.
Cuando lleguemos al espacio, preparé el motor de la
nave a máxima velocidad para poder entrar a un agujero de gusano y llegar a la
galaxia donde se situaba ese planeta tan extraño.
Fuimos a máxima velocidad. Estábamos bien agarrados a
los asientos. Cruzamos las puertas del agujero de gusano. Sentía una presión en
el pecho que me hacía incapaz de cruzar ese obstáculo, pero mis compañeros me
animaron y me esforcé lo máximo para seguir adelante.
Cuando nos adentramos en esa galaxia, me desmayé de la
presión y mi compañero, William, se encargó de pilotar la nave y de aterrizar
en el planeta. A mí me tumbaron en la camilla. Cuando William se acercó al
planeta, lo sobrevoló y con unas gafas especiales del siglo 24, encontró un
terreno plano para aterrizar. Me levanté de la camilla y por el panel principal
de la nave, me fijé en que el planeta era color negro y redondo. Pudimos
aterrizar con éxito.
En
la nave, Sandra, mi compañera de viaje, nos dijo que hora era en la Tierra. Y
era el penúltimo día antes de la explosión. El agujero de gusano parecía
adelantarnos el tiempo. Nos dijo que perdimos siete horas en cruzar de una
galaxia a otra a través del agujero. Teníamos que darnos prisa.
Salimos
de la nave y vimos el planeta. Era como un desierto vacio lleno de arena negra
y niebla por todos lados. Aunque pudimos ver gracias a unas gafas térmicas.
Capaz de ver cualquier cosa sin que nos moleste ningún obstáculo, como la
niebla. Vimos un montón de combustible “oráculus” alrededor. Fuimos a una mina
donde pudimos extraer “oráculus” rápidamente. Solo hacían falta dos cubos de
ese material para arrancar la nave “colosus”. Era un material líquido y negro.
Lo supimos por una fuente que vimos en una esquina de esa mina. Mi compañero,
Hank, tocó ese material y de golpe lo transformó en una estatua.
Ese
material era muy peligroso, no lo tocó ninguno más. Nos pusimos guantes
especiales y llenemos un cubo. Mientras llenemos el segundo cubo, oímos ruidos,
como pasos. Llenemos el cubo rápido y nos larguemos a la salida de la cueva.
Pero ahí había dos alienígenas. Eran delgados y tenían el cuerpo negro y una
cabeza cilíndrica en forma horizontal con una boca grande y con cientos de
dientes enganchados en sus encías.
Saltaron sobre William y se lo comieron. Yo y Sandra
tuvimos que correr hacia la nave. Yo llevaba los dos cubos. Siete alienígenas
nos estaban persiguiendo. Corrían como humanos. Sandra se tropezó y cayó sobre
la arena negra. No pude distraerme en ayudarla, si no, me comerían a mí
también. La abandoné sin mirar atrás, convencido de que se la comerían. Llegué
y me dirigí a la sala del piloto. Arranqué la nave y me fui del planeta. Pero
dos alienígenas entraron en la nave. Uno me cogió y me lanzó al suelo. El otro
me agarró y me intentó devorar con su gran boca. Pero le di una patada en la
barriga y conseguí escapar. Me dirigí a la entrada de la nave y cogí al lado de
la puerta de salida, una pistola con dos balas. Los dos alienígenas se
acercaron a mí. Disparé el primer tiro a la cabeza de un alienígena. Por
suerte, murió. Apunté a la cabeza al segundo alienígena, pero por el miedo de
que me devorara, le di a la barriga, pero no le hizo ningún daño. No me
quedaban balas. Solo me quedaba una cosa. Abrir la puerta principal de la nave
y tirar al alienígena al espacio. La
abrí sin miedo por la maneta de la puerta y debido a la velocidad de la nave,
hacía que no pudiera levantarme. Estaba a punto de caer. El alienígena se me
acercó y abrió su boca, pero como yo no estaba conduciendo la nave, se me fue a
un campo de meteoritos. La nave chocó con uno y con el impulso del choque, el
alienígena chocó con la pared que sujetaba la puerta principal de salida. Con
los últimos esfuerzos que me quedaban, cogí al alienígena con mis manos. Una
mano en la boca, para que no me mordiera y otra, a su cuello. El intentó
resistirse y me pegó un zarpazo con sus uñas afiladas. Me arañó medio cuerpo
pero me resistí, lo cogí con todas mis fuerzas y lo lancé al espacio. Descansé
cinco minutos y me puse a pilotar la nave en dirección a agujero de gusano
anterior para dirigirme a nuestra galaxia. Estaba yo solo en esto. Mis compañeros
habían muerto en ese terrible planeta. Puede que no salga vivo y me pierda en
la oscuridad del espacio o puede que no regrese a tiempo. Cuando la nave chocó
con ese meteorito, impactó al motor. Ahora la nave iba más lenta. Necesité
velocidad para llegar y abrir el agujero de gusano. Sé que cuando lo cruce,
perderé siete horas de tiempo. Como la última vez que lo usé para transportarme
a esta galaxia. Pero no me queda otra.
Una vez que pude conseguir toda la velocidad posible,
crucé el agujero y pude llegar a la Vía Láctea, pero vi algo increíble.
Vi que el sol estaba entrando en la atmosfera de la
Tierra. Seguro que mucha gente habría muerto de calor y de sed. Tenía que darme
prisa. El motor de la nave no iba muy bien por el impacto del meteorito.
Cuando sobrevolé la Tierra, el navegador de la nave me
informó de que el motor iba a romperse en dos minutos y se destruiría la nave.
No me daría tiempo a aterrizar. Cogí los dos cubos de “oraculus”, cosa que el
líquido derramo un poco el suelo por la movida de la nave. Los tapé con un
trozo de madera para que no se escapar más el líquido y los guardé en una caja
blindada, abrí la puerta de la nave y la lancé hacia abajo. Cuando cayera, nos
se dañaría por la dureza que tenía esa caja. Luego me preparé el paracaídas y
salté en dirección donde tiré la caja. La tiré en dirección a España. Lo supe
porque cuando sobrevolé el planeta, vi mi país por la forma que tenía. Me puse
las gafas de proximidad y pude detectar donde se situaba Barcelona, mi ciudad.
Cuando me lancé, me tiré sin paracaídas a la atmosfera
y cuando la pasé, lo abrí. En el mismo momento, la nave explotó. Sentí un
pequeño impacto en el cuerpo, pero me puse recto. Tardé unos minutos en sentir
la gravedad de la Tierra. Estaba a punto de desmayarme, pero aguantaba.
Por fin, conseguí tocar la Tierra de nuestro planeta.
Estaba un poco mareado. Por suerte, encontré La caja blindada. La vi en
una la montaña, de la caja saqué los
cubos y me fui. Todavía no había llegado a mi ciudad, Barcelona.
Sentía el calor. Me desmayaba. Tenía que actuar
rápido.
En tres horas llegué a la ciudad. Estaba vacía. Como
un barrio fantasma. Edificios caídos, coches destrozados y personas muertas por
todas partes. No podía mirar el sol. Si no, me cegaba. Vi un coche con una persona
muerta de conductor. Parecía haber muerto de calor. Tenía la piel quemada. Lo
aparté del asiento de conductor y lo eché a la calle. Puse los cubos en el
asiento de atrás, arranqué el coche y me
fui corriendo al puerto espacial. Por fin llegué. Aparqué el coche, cogí los
dos cubos y me dirigí hacia la nave “colosus”. Vi a millones de personas
esperándome para arrancar esa nave. Me abrí paso entre la gente. Cuando llegué
a la nave me dijeron que pusiera el combustible en la clavija del motor.
Quedaban diez minutos para la explosión. Puse el combustible y por fin, llegué
a arrancar la nave.
Rápidamente, nos metimos en la nave millones de
personas de todo tipo de países. Había incluso
animales. Mi familia, también consiguió entrar. Faltaban tres minutos para
salir. Faltaron diez segundo para cerrar las puertas de la nave. Millones de
personas se iban a quedar en la Tierra por no darles tiempo a entrar en la
nave. La gente perdería familiares y amigos. Se cerraron las puertas. Me dio
lástima deja a tanta gente en ese planeta a punto de ser destruido. Faltaron 30
segundos para explotar el planeta. Salíamos de la atmosfera. Faltaban 5 segundos,
íbamos lo más rápido posible. Una vez pasada la ionosfera, la última capa de la
atmosfera, el planeta explotó y fue exterminado para siempre.
El sol llegó también a destruirse. Nunca había
maginado poder salvar a tanta gente. Ahora nos íbamos a vivir a otro planeta,
pero no sabíamos cuál.
Me llamo Bruce Rally y he escrito mi historia desde la
nave “Colosus”. Esperamos encontrar algún planeta con vida. Pero la aventura
todavía sigue.
FIN
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